6.22.2006

LA CALERA


Serían algo mas de las dos de la tarde, un día entre semana. Simplemente cogimos un bus a un pueblo cercano. Nos bajamos en un lugar x en la carretera. Desde allí veíamos la ciudad, tantas casas, tantas calles, tantos carros y la gente, corriendo de un lado a otro, con la necesidad de llegar, de estar, de hacer...
El sol te lastima la piel y el frío te golpea un poco. Cansados, nos metimos por un camino, de esos que se forman entre el pasto. Subimos a una pequeña montaña, allí nos sentamos a fumar. Que agradable sensación la de no tener nada en que pensar y recostados en ese tapete maravilloso que forman todas las ramitas que han caido de los árboles, cerrar los ojos y dejarse llevar. Escuchaba los ruidos que provenían de la casa mas cercana, podía identificarlos, aun cuando la casa mas cercana estaba como a unos 100 metros de mi. No se que increible acústica me dejaba percibirlos, a cada uno, ocupado en las labores cotidianas, el olor a comida, el sonido de platos contra una mesa, unos niños jugando y corriendo, sentí unas pisadas, cada vez mas cerca, no eran de hombres, debía ser un perro. Me senté para que no me tomara por sorpresa. Haciendo un escándalo, ladrando bastante enojado, se acercó como reclamando el que estuvieramos ahí. Lo miré y le dije muy tranquila algo para que se calmara. Me miró con algo de desconfianza, y aun así, dejó de ladrar y se echó cerca de donde estábamos, seguramente para quedarse y vigilar.
Siento como si entonces todos mis sueños se hubieran vuelto verdes, como la montaña en la que me había acostado, como la montaña tejida de retazos que tenía frente a mi, como los inmensos árboles que me ocultaban del sol. Creó que por un espacio de tiempo que pudo ser unos minutos ó una hora entera dormí. Cuando abrí los ojos en ese paisaje tan extraño sentí el olor del eucalipto. Ya me picaba toda la naturaleza que se habia colado entre mi ropa, la que colgaba de mi cabello. Nos fuimos a caminar hacia la parte trasera de la montaña. El terreno era muy blando y al ascender iba cambiando de verde a un tono sephia. Al fondo, empezaba a crecer un bosque cada vez mas lleno de árboles. Largos y delgados troncos que se quejaban cuando los empujaba el viento. Entre esos árboles sale de pronto un señor, de no mas de un metro 50.
- Bueenas.
Nos dijo él con una voz amable.
- Buenas.
Respondimos nosotros. No se de dónde salió. Parecía tener la misma edad que esos árboles, y su ropa, parecía estar hecha de ellos, el color de su vestuario y hasta de su piel, era de ese mismo tono verde del bosque. Llevaba en la espalda un gran atado de ramas de eucalipto. El hombre bajó la montaña, diciendo algo entre dientes que no pude entender.
- ¿De donde salió ese Señor? - preguntó Nico.
- Ni idea contesté yo. - aun manteniendo la vista en su pequeña figura que se perdía en el camino.
A medida que subíamos el aire se volvía mas frío, solo unos cinco metros adentro del bosque, una neblina cada vez mas densa nos rodeaba. Mis pulmones no ayudaban y sentía como si empezara a respirar hielo. No pudimos avanzar mucho. Nos devolvimos y de nuevo, cinco metros abajo, había sol, sentí como rapidamente mis dedos y cada parte de mi piel se llenaba de calor. De ese bosque salió ese señor que mas parecía según mi recuerdo un duende. Un ser mágico que salió de un bosque que no quería ser penetrado por nadie mas.

5 Comments:

At 23/6/06 5:50 p. m., Blogger Giorgio Pasteur said...

Esa sensacion de tranquilidad que producen los bosques es algo maravilloso, es incomparable, es una sensacion que nosotros los citadinos no podemos sentir ni estando en el simon bolivar. Que rico estar en un bosque alejado de todo ese ruido infernal de la ciudad.

Un saludo señorita anyelik

 
At 23/6/06 6:48 p. m., Blogger nomeacuerdo said...

eje tremendo video, eso si está mas demente que mi semana santa en Cali...


saludos :P

 
At 24/6/06 10:08 p. m., Blogger Cerebro said...

Recuerdo una subida a los cerros del parque nacional, no pude hablar en todo el camino, cuando subi de la septima hasta la circunvalar pensè que no iba a poder, ya sabes, mi deplorable estado fìsico. Pero lleguè hasta lo màs alto del cerro y comenzamos a descender, el paisaje era maravilloso, fuentes de agua cristalinas, todo verde y lo mejor, gritar y que las montañas te respondieran, es una sensación maravillosa y dormir en el pasto es lo màs reconfortante que puede existir. Ese señor seguro era un duende, los seres màgicos existen. Saludos niña!!!

 
At 12/7/06 11:28 p. m., Blogger Carlos Durango P said...

Huy que paseo mas bacano, me gustaria mucho, nunca me ha tocado algo similar, por aca los bosques son muy diferentes, tambien son bonitos y mucho, pero me dieron full ganas de frio y eucaliptos, me encanta el olor de esos arboles y el de los pinos, es lo que mas me gusta de bogota!

 
At 13/7/06 3:14 p. m., Blogger Ange said...

GIORGIO: Toda la razón, muy complicado encontrar un espacio así.

SPIT: No supe como te fue en tu semana santa... pero si tu lo dices...

CERE: Ese paseo tambien lo he hecho y es delicioso. Muy frío, muy empinado pero es una delicia.

CD: Ahora recordándolo a mi también me dan muchas ganas.

 

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