DE NUEVO AL COLEGIO
Llega el Jueves y por fin entro al colegio, a trabajar.
Todo está como siempre los niños revoloteando por ahí, Nicolás toca la campana y todos corren a formar. Siempre en formación Nicolás me mira y sonríe con cara de infante travieso. Pero hoy no, su mirada es esquiva, evade mirarme y finge estar ocupado.
Saludo a todos pero no alcanzo a llegar a Nicolás. Entro a clase. Al momento del Break (descanso) me encuentro con Nicolás y no puede evadirme mas. Me saluda alegremente con un beso cerca de la boca, por costumbre corrí la cara.
Hoy no vamos a dar clase sino a jugar con los niños. Jugamos a la bandera, un juego de estrategia donde cada equipo posee una bandera y debe protegerla, mientras intenta llegar a robar la bandera del equipo contrario. Jugando llegamos a la hora del almuerzo.
Después de almuerzo jugamos al Diablo. Todos estamos en una cancha de fútbol y la idea es: el que hace del diablo está en la mitad y solo se mueve horizontalmente a lo largo de la línea del centro, todos nos ubicamos en un arco (cancha de fútbol) y debemos correr Hasta el otro arco sin dejarnos coger, al que cogen pasa junto al diablo para atrapar a los demás.
En el juego estamos cuatro "adultos" con todos los chiquitos, a medida que el Diablo coge a alguien, la cadena se hace más grande. Obviamente los más difíciles de coger son los grandes. El que gana, pasa a ser el Diablo y por eso preferí dejar que me cogieran.
El único grande que faltaba era Nicolás, todos los niños me pedían que lo cogiera pero era muy difícil, así que hicimos un plan con los niños, él debía correr hacia donde yo estaba y cuando estuviera cerca, le hacía zancadilla y en el piso lo cogía.
Vi correr a Nicolás hacia mi, cuando lo tuve cerca atravesé la pierna, Nicolás corría tan rápido que en vez de caerse estrelló su pierna contra mi canilla. Me quedé de pie, siguiendolo con la mirada, el golpe que me dio fue muy duro. Nicolás al llegar al otro lado de la cancha se tiró al pasto y empezó a revolcarse de dolor.
A mí me dolió, pero no me tiré al piso, no iba a demostrar dolor. Me miré la pierna para ver que me había pasado y en el lugar donde me golpeó tenía tres aruñones rojos, no tenía nada más. Seguimos jugando y Nicolás siguió cojeando.
Después de un rato, cansados, dejamos de jugar. Mi celular sonó, mi familia venía a recogerme. Al rato, empecé a sentir como se inflamaba mi pierna. Busqué un poco de hielo y pero por ser el primer día no había.
Parecía como si me fuera a salir otro pié. Se inflamó horrible y empezó a tomar los colores del arco iris. No me dolía, (creo que cuestión sicológica) pero me preocupaba la inflamación. Estuve sentada en el pasto y Nicolás se sentó a hablar naderías conmigo.
Cerca de las 3 de la tarde, llegó mi mami con mis primos.
- ¿Qué te pasó?, preguntó alarmada.
- Te presento a Nicolás, él me pateó.
Nicolás por detrás me decía - sapa, sapa.
A la salida entre el desorden de los niños listos para subir a la ruta, sus afanes, los juegos, las risas, las maletas enormes, mi mami se despedía de todos y al lado, yo, me despedía de Nicolás. Lo miré a los ojos y le puse un beso en los labios y le sonreí como si nada.
- ¿Mañana vas a estar en tu casa? Preguntó.
Todo está como siempre los niños revoloteando por ahí, Nicolás toca la campana y todos corren a formar. Siempre en formación Nicolás me mira y sonríe con cara de infante travieso. Pero hoy no, su mirada es esquiva, evade mirarme y finge estar ocupado.
Saludo a todos pero no alcanzo a llegar a Nicolás. Entro a clase. Al momento del Break (descanso) me encuentro con Nicolás y no puede evadirme mas. Me saluda alegremente con un beso cerca de la boca, por costumbre corrí la cara.
Hoy no vamos a dar clase sino a jugar con los niños. Jugamos a la bandera, un juego de estrategia donde cada equipo posee una bandera y debe protegerla, mientras intenta llegar a robar la bandera del equipo contrario. Jugando llegamos a la hora del almuerzo.
Después de almuerzo jugamos al Diablo. Todos estamos en una cancha de fútbol y la idea es: el que hace del diablo está en la mitad y solo se mueve horizontalmente a lo largo de la línea del centro, todos nos ubicamos en un arco (cancha de fútbol) y debemos correr Hasta el otro arco sin dejarnos coger, al que cogen pasa junto al diablo para atrapar a los demás.
En el juego estamos cuatro "adultos" con todos los chiquitos, a medida que el Diablo coge a alguien, la cadena se hace más grande. Obviamente los más difíciles de coger son los grandes. El que gana, pasa a ser el Diablo y por eso preferí dejar que me cogieran.
El único grande que faltaba era Nicolás, todos los niños me pedían que lo cogiera pero era muy difícil, así que hicimos un plan con los niños, él debía correr hacia donde yo estaba y cuando estuviera cerca, le hacía zancadilla y en el piso lo cogía.
Vi correr a Nicolás hacia mi, cuando lo tuve cerca atravesé la pierna, Nicolás corría tan rápido que en vez de caerse estrelló su pierna contra mi canilla. Me quedé de pie, siguiendolo con la mirada, el golpe que me dio fue muy duro. Nicolás al llegar al otro lado de la cancha se tiró al pasto y empezó a revolcarse de dolor.
A mí me dolió, pero no me tiré al piso, no iba a demostrar dolor. Me miré la pierna para ver que me había pasado y en el lugar donde me golpeó tenía tres aruñones rojos, no tenía nada más. Seguimos jugando y Nicolás siguió cojeando.
Después de un rato, cansados, dejamos de jugar. Mi celular sonó, mi familia venía a recogerme. Al rato, empecé a sentir como se inflamaba mi pierna. Busqué un poco de hielo y pero por ser el primer día no había.
Parecía como si me fuera a salir otro pié. Se inflamó horrible y empezó a tomar los colores del arco iris. No me dolía, (creo que cuestión sicológica) pero me preocupaba la inflamación. Estuve sentada en el pasto y Nicolás se sentó a hablar naderías conmigo.
Cerca de las 3 de la tarde, llegó mi mami con mis primos.
- ¿Qué te pasó?, preguntó alarmada.
- Te presento a Nicolás, él me pateó.
Nicolás por detrás me decía - sapa, sapa.
A la salida entre el desorden de los niños listos para subir a la ruta, sus afanes, los juegos, las risas, las maletas enormes, mi mami se despedía de todos y al lado, yo, me despedía de Nicolás. Lo miré a los ojos y le puse un beso en los labios y le sonreí como si nada.
- ¿Mañana vas a estar en tu casa? Preguntó.
- Sí, claro. ¿Por qué?
- Por que tal vez mañana hagamos algo, de salir a tomar, ¿vas con nosotros?
- Claro, llámame.
Dios, esperar de nuevo que él llame es como esperar a ganarme la lotería. Debí decirle que yo lo llamaba. Ya se, no llamará.
1 Comments:
Que dolor tan llamtivo el de esa vez, es como mordisquear el pasado.
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